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REFLEXIÓN: LO QUE DIOS ESPERA DE SUS SOLDADOS Y POLICÍAS

Un texto bíblico de referencia

Lucas 3:10-14[1]

10 La gente le preguntaba: «Entonces, ¿qué debemos hacer?»

 11 Y Juan les respondía: «El que tenga dos túnicas, comparta una con el que no tiene ninguna, y el que tenga comida, haga lo mismo.»

12 también unos cobradores de impuestos llegaron para ser bautizados, y le preguntaron: «Maestro, ¿qué debemos hacer nosotros?»

13 Él les dijo: «No cobren más de lo que deban cobrar.»

14 Unos soldados también le preguntaron: «Y nosotros, ¿qué debemos hacer?» Y Juan les respondió: «No extorsionen ni calumnien a nadie, y confórmense con su salario.»

Introducción

Estos versos están enmarcados en lo que se registra en la palabra como la “Predicación de Juan el Bautista”.

Recordemos que Juan fue por toda la región cercana al Jordán, y predicaba el bautismo de arrepentimiento para el perdón de pecados, tal y como está escrito en el libro del profeta Isaías[2]:

    «Una voz clama en el desierto: Preparen el camino del Señor y enderecen sus sendas.

    5 Todo valle será rellenado, y todo monte y colina será nivelado. Los caminos torcidos serán enderezados, las sendas dispares serán allanadas, 6 y todos verán la salvación de Dios.

Tengamos presente que el Mensaje profético, de Juan era contestatario y condenatorio. En esencia, Juan predicó la necesidad del arrepentimiento.

El bautismo para Juan era una señal dramática o parábola actuada, que evidenciaba externamente un arrepentimiento genuino delante de Dios. Se daba sobre la base de una persona perdonada por Dios.

El bautismo no era el fin, sólo la consecuencia visible de una transformación interior. Era un medio de identificación pública.

Recordemos también que el bautismo de Juan fue por inmersión, poner debajo o dentro de.

El simbolismo era claro: al sumergir a la persona se indicaba renuncia total a una vida de pecaminosidad; y al resurgir del agua, se comunicaba la idea de pureza[3].

La predicación de Juan, el bautista

En la pericopa que nos sirve de referencia, encontramos que usando el patrimonio material más sencillo y obvio de cualquier persona, una camisa o túnica, Juan los animó a compartir si tenían dos; igual cosa con la comida.

Juan se enfocó en lo absolutamente necesario (comida y vestido), al estilo de su propia vida.

 Juan estaba enseñándoles y ejemplificándoles acerca de la austeridad y la sencillez, adornada de solidaridad y fraternidad.

Esto implica que una vida arrepentida va a expresarse en términos de generosidad, desprendimiento y solidaridad[4].

Concretando las respuestas de Juan a los tres grupos de inquietos cuestionadores fueron:

                A la pregunta de las multitudes, Juan respondió haciendo un llamado a la solidaridad (vv. 10, 11).

  • Ir más allá de conformismos nominales.
  • Hay que dar pasos concretos.

                A la pregunta de los publícanos, Juan respondió haciendo un llamado a la honestidad (vv. 12, 13).

  • La integridad es un valor que se está perdiendo.
  • La honestidad en el trabajo diario.

Dos de los aspectos éticos y morales que se fustigan duramente en el Evangelio de Lucas son la codicia y la avaricia.

  • La una caracterizada por querer más de lo que ya se tiene; y la otra, por amar tanto lo que se tiene, que se termina siendo poseído por las cosas.

La pobreza y la marginalidad en el mundo son básicamente consecuencia de este fenómeno.

La conversión, por lo tanto, no es una decisión religiosa; al contrario, es una actitud que se muestra dentro y fuera de la persona, haciéndola abandonar la forma pecaminosa de vida y encaminándola en el sentido de vivir la justicia de Dios[5].

Es claro que Juan el bautista estaba advirtiendo a la gente sobre cómo actuar correctamente, pues, su forma de vida podía no ser apropiada a los ojos de Dios; y muchos preguntaban que debían hacer.

Cada respuesta implicaba un cambio de actitud. Muchos se sorprendían con respuestas duras que incluso les cambiaban la vida.

Que espera Dios de sus soldados y policías

Encontramos, entonces, que también unos soldados romanos que hacían labores de policía en aquella región preguntaron qué debían hacer.

                A la pregunta de los soldados, Juan respondió haciendo un llamado a la justicia y al respeto (v. 14).

  • No se debe abusar del más débil.
  • No se debe actuar con injusticia.
  • Se debe promover la “vida de contentamiento”.

Seguramente eran las tropas romanas que el imperio reclutaba en Siria. Los judíos estaban exentos del servicio militar por sus tradiciones dietéticas[6].

Hay registros históricos que revelan que los soldados a veces protestaban por sus sueldos, o simplemente se quejaban por codicia, provocando graves revueltas.

Por ello, eran personas odiadas por el abuso de su autoridad ya para extorsionar y/o calumniar, con fines perversos. La amonestación del profeta es clara: No extorsionar ni calumniar, chantajear o intimidar, al prójimo.

Usar el poder del amor, y no el amor al poder, la prepotencia y al autoritarismo.

La respuesta fue sorprendente: debían ser honrados no dar falsos testimonios y contentarse con su salario.

Eran 3 pautas que tienen una dificultad cada vez mayor y que están directamente relacionadas con la ética de la actividad de los hombres bajo bandera.

La primera es una exigencia de la profesión: la honradez.

  • La segunda está vinculada a decir siempre la verdad en cualquier circunstancia.
  • La tercera orientación existe porque todo militar y policía tiene la sensación de que su salario no es justo por su trabajo por una razón muy simple:

Cuánto vale una vida que él salva, cuánto vale la preservación de la integridad física de alguien o el rescate de un niño perdido que ha sido encontrado.

La respuesta es sencilla no tiene precio.

Como nuestro trabajo no tiene precio, el Señor, en su infinita bondad y justicia nos guarde, proteja nuestra familia y nos conceda su prosperidad.

Hoy, al igual que en el tiempo de Juan, la pregunta crucial que el hombre con preocupaciones de dar “frutos dignos de arrepentimiento” ha de hacer es: ¿Qué haremos?

La conversión tiene consecuencias históricas integrales, como, por ejemplo:

  • Compartir generosamente con los que nada tienen (v. 11);
  • Respetar la equidad y la justicia (v. 13);
  • Gobernar sin abusar de la autoridad ni lesionar la dignidad del ser humano (v. 14).

Se pueden notar tres dimensiones: sociales, económicas y políticas.

¡Qué diferente sería el mundo si se produjeran estos simples frutos de arrepentimiento!

El mensaje profético de Juan goza de una pertinencia absoluta. Solidaridad, fraternidad y honestidad, parecen ser los valores para destacar en el mensaje de Juan.

Dios es justo y bondadoso y recompensa el trabajo guardando aquellos que son fieles a sus mandamientos.

Los cristianos somos muy proclives a “decir” muchas cosas, pero pocas veces a “hacer cosas concretas”. Estas respuestas de Juan nos deben impulsar para testificar de la fuerza transformadora del evangelio.

Dios gracias por tu protección y justicia, pues a ti te confiamos nuestras vidas

“Jesucristo la esperanza de Colombia”

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